La semana pasada se abrió el debate de “San Valentín, sí o no” entre solteros y casados de la oficina. La única conclusión fue que las mujeres más radicales, ésas que sienten rechazo hacia el 14 de febrero, se caerían de culo si les llegase un mega-ramo a la oficina. Al parecer, en nuestras oficinas de NY, el efecto es justo al contrario.
Hay quien asegura que algunas se auto-envían flores el día V., que es imposible que TODAS las mujeres sin excepción tengan un jarrón en su mesa… Eso o en el acuerdo pre-matrimonial, obligaron a sus mariditos a asumir con tal compromiso anual…
Las americanadas, como siempre, son la exageración de las exageraciones, pero de ahí a que aquí a la mayoría de la gente le dé vergüenza llevar un ramo de flores por la calle… (Qué grande es el anuncio de Coca-Cola Light).
Tan patética es la que se envía flores como el que sale a escape de la oficina a las 20.30 del día 14, histérico, porque no sabe qué comprarle a su chica y se gasta el pastón porque… “fue lo único que encontré”…
Pues no, gracias… Nadie podría explicarlo mejor que Sabina.
“Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado
con ganas de llorar.
Yo no quiero vecinas con pucheros;
yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero,
ni cumpleaños feliz.
Yo no quiero cargar con tus maletas;
yo no quiero que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta,
cortarme la coleta,
brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde;
yo no quiero columpio en el jardín;
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.
Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana
sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
ni Venecia sin tí.
No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas "volvamos a empezar";
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado, ni orgullo ni piedad.
Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.”